sábado, 2 de junio de 2007

CAPÍTULO 1. INFANCIA Y PRIMERA JUVENTUD, DE 1907 A 1922

NACIMIENTO Y BAUTIZO

El Miércoles de Ceniza de 1907, en la Plaza Mayor de Madrid, nace José Luis, Dios bendice así, con su primer varón el matrimonio del serio castellano, D. Luis Mingo, y la muy alegre joven catalana Dª. Concha Alsina, que habían contraído matrimonio en la Iglesia de San Ginés el 3 de julio de 1091.

José Luis fue bautizado en la bella iglesia de la calle Arenal, junto a Bordadores, apadrinado por su tío carnal, D. José Alsina Roger, joven ilustrado de alegre talante, ideas rectas y conservadoras, tan carlistas como las de su padre D. José, que tanto había de influir más tarde en el pensamiento del niño.


LA FAMILIA

El espíritu familiar y el sentido de la tradición hace que la presencia de los abuelos Manuel y Juan, padre éste del Gran Isidoro Mingo, latiese permanentemente en la infancia del niño, ya que era normal en ambas ramas de la familia recordar y enaltecer las mil anécdotas, siempre gratas, de los mayores

Fermín, el padre de Luis, fue hijo de Isidoro y de Micaela de Simón, de los Simones de Pradoluengo. Esposa de Fermín fue Felipa, de afamada belleza, a su vez hija de Domingo Estecha y de la dulcísima y recordada Catalina Hernández.

El abuelo Alsina, hombre muy piadoso, era Seminarista en Vic, hasta el día en que una columna Carlista, en su desafío al “demonio liberal” acampó por horas en la industriosa ciudad. La sotana dio pasa al uniforme y el rosario al fusil. La sangre muy caliente de José, catalán de pro y español auténtico de su siglo, le impulsó a defender su “Dios, Patria y Rey” con la fuerza de las armas. El gran valor del joven carlista, en muy poco tiempo llena su pecho de medallas y sus hombros de estrellas.

De extremada osadía, explora personalmente las ciudades enemigas y una noche conoce a la muy educada Srta. Antonia, hija del ilustrado liberal Joan Roger. Noche tras noche, entre batalla y batalla, el amor lleva a que Antonia, mujer abierta y liberal como su padre, no dude en aceptar unirse, en sagrado matrimonio, con el valeroso Alsina.

Orgullo fue para Pablo, su padre, y para Concha Mascibí, su madre, los padres de José el que sus nietos lo fueran también de Apolonia Bellver y Joan Roger, descendiente éste del histórico Roger de Flor.

Fue el orgullo de Alsina y el apoyo de su cuñado, el hereu Roger, acaso razón última de la escritura de éste libro, sin ellos ninguno de esta ya larga familia hubiéramos nacido.

La Paz de Vergara, “¡traición!”, seguiría diciendo, con su vozarrón de sordo, hasta el final de sus días, todos los días, hizo que el ex-seminarista y ex-general, se trasladara a Madrid, abriese la fábrica de medallas y entrara en el negocio de la Imaginería para seguir honrando a Dios, a la Iglesia, a su preciosa esposa y haciendo grande a su excepcional familia, los Alsina, ya de Madrid, cuyo símbolo la “Casa Alsina” sigue honrando su memoria en la Calle Bordadores durante más de una centuria.

LA INFANCIA

Los primeros años de José Luis son propios de una familia que crece. Rodeado por Teresa, Carmen y Pilar, sus hermanas mayores, que cuidan de él con ternura, recibe pronto la compañía de Rafael e Isidro, sus primeros hermanos varones.

Una casa grande y agitada, primero en Caballero de Gracia 19-21 y luego en el número 35 de la misma calle, en la que comen a diario muchas personas. Regida por la muy risueña y joven madre, que es apoyada en todo momento por la fiel Dominica, factotum de la tienda familiar y mano derecha de D. Luis.

Papel esencial en aquellos años tiene el Tío Félix, cuyo talante afable, buen humor y agrado por los niños hacía a estos felices con sus continuos juegos y correrías permanentes por el Madrid de la época.

Anécdota repetida cada semana era la visita de los hijos varones a la casa del tío Isidro, Canónigo Penitenciario de Madrid, prestigioso predicador y clérigo de la sociedad, los domingos al mediodía.

El tío Isidro, muy en su época, era tan bien cuidado y tan señor, que la seria Celestina, su ama de llaves, tenía a gala que nadie, solo ella, le quitase los zapatos siempre limpios con hebilla de plata.

Muy pronto, José Luis comenzó a asistir al pequeño colegio de las señoritas francesas de la Calle Jacometrezo. El sonido del idioma francés, lengua única en el colegio, dejó en el niño una profunda huella y simpatía por el país del norte.

Estos años, muy pocos, porque muy pronto pasa a las aulas de las Escuelas Cristianas en las que se prepara para la Comunión y el posterior ingreso, a los nueve, en el Colegio de San Antón, son posiblemente la roca en que se asienta el amor a los románticos del XIX, el talante liberal, algo naturalista y la vena poética que le caracterizan.

Jugar en la Plaza de Bilbao y en Las Salesas, próximas a la Calle de Infantas número 18, lugar donde se emplazaría en el año 1914 el domicilio y el negocio de guantería familiar, dieron a José Luis sus primeros amigos. De esta época nace su gran amistad con los Enriques, Copeiro y Sánchez-Prieto, con Pepe Esbrit y José Luis Peciña.

Los largos veranos en Pradoluengo, en la Casa Familiar, disfrutando del ambiente libre de una población hacendosa y durante el estío llena de bullicio en los comienzos del siglo.

Bien es verdad, que antes, durante o después del viaje a Pradoluengo, cada año, todos los años y durante muchos años, D. Luis prometía no volver en la vida a pagar, en medio de un gran escándalo, cuentas de la sombrerera, que nadie sabe por qué nunca incluía en su presupuesto y que inexorablemente, llegaban en los peores momentos. “Pero Luis, diría repetidas veces años más tarde Concha, ¿Cómo si no podremos casar a las niñas?”.

Todos los años, el 19 de agosto, quienes no estuvieran en Pradoluengo acudían a celebrar el cumpleaños de D. Luis en una gran comida, a la que se convidaba a todos los allegados, en el más famoso merendero de Cuatro Caminos. José Luis nunca sabía qué era mejor, si correr entre los árboles del pueblo o disfrutar del aniversario de su padre.

La primera Comunión de José Luis, ajeno todavía al horror de la guerra que se desencadena en Europa, fue el primer acto en que éste fue protagonista en su entorno social. El niño, curioso, dotado de una gran memoria, despierto y lector desde muy infante, disfrutaba expresando y haciendo partícipes a los demás de sus nuevos y crecientes conocimientos. Afición ésta que con orgullo y cariño hizo que su hermana Teresa se refiriera a él como “siete ciencias”, nombre que en momentos especiales aún utilizaba ella al final de sus días, al dirigirse a su más querido hermano.



EN EL COLEGIO

San Antón, el afamado Colegio de los Escolapios de la Calle Hortaleza, con la entrada por Farmacia, fue el mundo feliz en el que José Luis asentó las bases de su rica personalidad.

Siempre entre los mejores, compartiendo banco con sus grandes amigos Carlos Ruíz Frinquete y Alfonso García Aydet, notario éste más tarde en San Feliu de Guisols. Eustaquio Pérez-Pardo, afamado dentista, Juan Millán, Máximo Laguna, Germán Vera, Adolfo Irisarri, su luego condiscípulo e ilustre docente José García Valdecasas, el muy simpático y ocurrente Fernando Escrivá de Romaní, Conde de la Oliva, Álvaro Díaz Fernández, ingeniero industrial y prohombre más tarde en la capital extremeña y Felipe Rodríguez-Franco, ilustre jurista, Fiscal del Tribunal Supremo, entre otros.

Geografía, Historia, Matemáticas, Ciencias, Gramática y Literatura, Francés, Geometría, son asignaturas todas en las que destaca sin esfuerzo aparente.

Jugador de fútbol, organiza y participa en cuantas correrías pasan por la mente de los muchachos que viven en los aledaños de la Plaza de la Villa de París.

José Luis es al mismo tiempo, testigo desde su atalaya burguesa, del tremendo acontecer de la época, reflejado en la Semana Trágica de Barcelona que aunque tuvo lugar en 1909, fue muy vivida durante muchos años por la familia Alsina.

Las huelgas obreras en el Madrid Industrial, concentrado más allá de Atocha, en los aledaños de Delicias y a la sombra del Corredor Ferroviario, suponían la presencia en el Centro de Madrid de carabineros, obreros y menestrales, caballos, agitadores y políticos. La puerta del Sol y los nuevos tramos de la Gran Vía, avenida cuya construcción obligó a D. Luis a dejar la casa de Caballero de Gracia y trasladarse a Infantas, era testigo constante del malestar social de la época.

Los acontecimientos en Europa son motivo de diaria discusión permanente entre los adultos y también por su parte de los niños, que mantienen posiciones francófonas, anglófilas o germanófilas según las familias. El Káiser suscita profunda admiración y aprecio en una sociedad española que muy pocos años antes había sufrido la prepotencia de los Estados Unidos, la indiferencia británica y la falta de apoyo francés en la “Paz de París”.

Francia, aún en la tormenta de la guerra, que ha vivido en el comienzo del siglo un proceso de secularización es vista desde la posición tradicionalista de la familia, como la representación del demonio que hay que vencer. Al mismo tiempo, Francia es y se consolida en el pensamiento de José Luis como el paraíso de la libertad, el romanticismo y la modernidad.

Y en la familia nacen en estos años Federico, Mª Cruz, Antonio, Mª Luisa, Paz y Pedro.

Ajeno está José Luis, en los gruesos conflictos sociales que sacuden España al igual que Europa entera, son estos solamente temas de serios comentarios y recias expresiones de conservadora inspiración en las trastiendas de Infantas y sobre todo, de Bordadores.

Lee con gran curiosidad en ABC los acontecimientos de Marruecos, escucha relatos de guerra y siente la sombra presente de quienes allá luchan en las familias que en Madrid les esperan.

Juega con sus amigos, aprende en el colegio y consolida poco a poco el deseo que ha nacido en él, sin saber la causa, de estudiar medicina.

1922 es año muy especial. España está en época de gran prosperidad. La católica Irlanda se independiza de la protestante Inglaterra, Pío XI es desde febrero el nuevo Papa de Roma. En Marruecos se consiguen algunas victorias, se baila el fox-trot en París, Alfonso XIII visita Las Hurdes. Benavente y Eistein reciben el Nóbel y José Luis termina brillantemente su bachillerato.

Este verano, antes de ingresar en San Carlos, pasa unas maravillosas vacaciones en Pradoluengo. Disfruta con sus primos Mingo, Estecha, de Simón, Vallejo y con sus amigos todos, un gran verano.

Además, ya es mayor y el nuevo curso comienza, ya en la Facultad, Preparatorio de Medicina. Donde va a prepararse para el ejercicio de la profesión que será más tarde, junto a su familia, justificación plena de toda su vida.